Por: Camilo Henao Medina - Editor, Sentidos Comunicaciones
Como periodista siempre he creído que el contenido es lo más importante y este principio me ha acompañado a lo largo de los 20 años que llevo en el ejercicio en los medios de comunicación. Ahora ejerzo mi profesión desde una orilla diferente, trabajo para Sentidos Comunicaciones, una agencia de relaciones públicas y aunque no debería sorprenderme, sí reconozco que el rigor, la calidad editorial y el respeto con lo que se escribe están presenten en cada artículo que se trabaja y se da conocer. Contar con una fuente, incluir voces que le den sentido al relato, usar cifras y datos que confirmen la información, crear una estructura, responder las cinco preguntas que nos enseñaron hace ya algunos años en la universidad o pensar en el título que mejor pueda funcionar son parte de las tareas que realizo cada día. Reconozco que comprendo las necesidades y las urgencias con las que vive un medio de comunicación, sé cuáles son los mensajes que les interesa y cómo se deben contar las historias.
En su estructura básica redactar un artículo exige cumplir con la misma metodología y posibilidades de resolución, pero ahora también tengo otros retos y oportunidades, que incluso, hasta me parecen retadores, debo cambiar el tono, el ritmo y la forma de redactar varias veces, incorporar la voz y la personalidad de diferentes voceros, respetar su manera de comunicar y hasta adoptar la personalidad de quién habla. Al final, en eso consiste este oficio, somos la voz, el vestido y el canal por el cual amplificamos un mensaje. Ahora, felizmente, soy un periodista en el más puro estado.
Atrás quedaron algunos estereotipos y preconceptos; dejé de ser jefe y olvidé ese presunto ‘ego’ que suele acompañar a algunos periodistas cuando tienen ciertos años y algún cargo con cierto reconocimiento. Tampoco lo extraño, porque una vez liberado de ciertas cargas innecesarias, volví a ser lo que me gusta, lo que me apasiona. Resolver ese duelo entre la pantalla en blanco y unas teclas que se rehúsan a contar la historia.
Con orgullo y algo de prepotencia supuse que las historias le pertenecían sólo a los medios de comunicación y que desde su sala de redacción es el único lugar donde se escribían; ahora lo veo de otra manera. Por fortuna el contenido, su respeto y la calidad ocurren en todo lugar donde haya una persona dispuesta a contar una historia de valor y que del otro esté alguien que sepa interpretarlo y presentarlo de una manera lo suficientemente atractiva como para que alguien lo lea y le resulte relevante. Este es el caso de Sentidos Comunicaciones.
Toda mi vida he disfrutado contar historias, hablar de personas reales, de ideas que a pensar de los obstáculos consiguen hacerse realidad. Hoy, cada día escribo artículos sobre diferentes organizaciones y sus voceros y me doy cuenta que frente a mi, tengo la oportunidad de reafirmar lo que ha sido mi vocación y mantener esa llama que tanto necesitamos los que realmente disfrutamos de este oficio.
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